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lunes, 10 de septiembre de 2012

Cómo aprender a renunciar y a reconciliarnos con nuestro pasado


DEJANDO ATRÁS LAS CONDUCTAS QUE NOS BLOQUEAN

Cómo aprender a renunciar y a reconciliarnos con nuestro pasado




Lo más difícil en las personas es renunciar, entendido en su sentido más amplio.

Tomar decisiones es renunciar. En un cruce de caminos, elijo uno y por tanto, no elijo los demás. Y hasta cuando no lo hago, también estoy renunciando (y por lógica, también estoy eligiendo). ¿A qué? A tomar esos caminos. Por la razón que sea, la persona que no elige no puede avanzar por un determinado camino y elige esperar. Eso no significa que no viva experiencias. Sí las vive, pero los caminos que se le ofrecen o bien no los puede escoger, o no puede renunciar a los demás. Y mientras espera, siguen sucediendo cosas. Y una de ellas es que se le abran otras opciones o que las circunstancias sean las que al final elijan por la persona. Lo cual siempre suele ser peor porque la persona lo puede sentir como resignación, cuando en realidad siempre hay elección, aunque sea la de la menos mala. Lo que quizá sea más difícil es que aparezca el camino tal cual uno desea, tal cual lo ha pensado y no exista conflicto al elegir.

Las vivencias mantienen a la persona anclada en el pasadoRenunciar es una dificultad que nos atañe a todos en unos momentos u otros, el dejar atrás ideas, prejuicios, hipótesis, creencias que han estado en nuestro entorno, luego en nosotros y que por alguna razón ahora nos dañan. Es decir, renunciar a conductas que se repiten una y otra vez obteniendo el mismo resultado doloroso. Y aun así, todo esto uno no lo puede abandonar tan fácilmente. Tiene que haber un proceso más o menos largo.





El peso del pasado

A veces, no hay que renunciar a algo presente (a un cruce de caminos en el presente), sino a algo que no se vivió o que la persona no quería que se acabara (el camino se corta). O a lo que no pudo ser, lo que la persona fantasea que podría haber vivido y no fue (¿"y si hubiera elegido el otro camino?").

La mayoría de las ocasiones lo que nos bloquea a la hora de avanzar es el pasado (¿y si..?) La mente puede perderse en dar vueltas a acontecimientos que han sucedido hace mucho tiempo. La persona se puede quedar anclada en vivencias, momentos, o personas del pasado que se instalan en nuestra mente sin que nos dejen espacio para que puedan entrar experiencias nuevas, como pueden ser nuevas parejas.

Dejar atrás lo que ya no nos hace bien, lo que nos resulta dañino o lo que nos limita en nuestro crecimiento es lo que nos permite avanzar. El no renunciar no sólo provoca eso, sino que además nos deja anclados al pasado en nuestro presente, sin posibilidad de proyectar un futuro y sin que la persona pueda vivir en el “aquí y ahora”.

En cualquier caso, ya sean aquellos paraísos perdidos que tuvimos en algún momento, o aquellos no tan paraísos que también se perdieron, esas vivencias mantienen a la persona anclada, sin movimiento, sin avance, y sin una conciencia plena de su momento actual.

La añoranza de los paraísos dolorosos

Pensemos que aquellos paraísos perdidos que se recuerdan una y otra vez porque fueron únicos, especiales y maravillosos, por otro lado quizá no lo fueron tanto. Y fueron dolorosos o dañinos, y por eso ya no están. Pero a su vez la mente los añora una y otra vez, disociando la  experiencia. Es decir, recordando todo lo maravilloso que fue, no viendo los aspectos no tan buenos que también existieron (todo camino tiene sus piedras), y a la vez vaticinando que nunca nada podrá ser igual. “No encontraré un camino con tantos árboles”; seguramente no, pero quizá puedas disfrutar de uno que tenga muchas flores.

Todo eso es lo que hace tener síntomas de angustia, ansiedad, tristeza. Y, a veces, también que no se sienta nada a nivel emocional, este pero termine expresándose a través de malestares físicos, es decir, las dolencias psicosomáticas.

Otras veces, la mente también se puede centrar en el polo opuesto, no en lo bueno que hubo, sino en recordar todo lo malo, todo lo insano, todo lo que nos hizo la otra persona y el daño que nosotros mismos le hicimos. Así se consigue que la mente mantenga el vínculo con lo que se vivió en un momento de nuestro pasado,  independientemente de que en el presente ya no exista nada de eso. No se le deja ir, uno sigue anclado y sufriendo por ello también. Por lo que me hicieron, el resentimiento y la necesidad de venganza, en aquellos casos que la persona sufre afrentas, engaños o vivencias negativas.

El proceso de aceptación es uno de los más difíciles para una personaEn este caso, el problema, la mayoría de las veces, no es tanto lo que el agresor hizo, sino la historia que nos hemos ido contando desde que ocurrieron los hechos. Para salir de este estado, debemos impedir que nuestros recuerdos nos invadan. Debemos ponerlos en su sitio: en el pasado. El pasado ya se fue y ahora lo que tiene la persona es este momento presente. Lo mejor es que nadie pierda el tiempo alimentando sus resentimientos, lo que habría podido ser y no fue, o lo que fue y no tendría que haber sido.

Aceptar y pasar página

Perdonar nos ayuda a decir: lo que fue, ya pasó. Ya no es. Ya no está excepto en la propia mente. No hay necesidad de pensar en ello tantas veces. No se puede borrar lo que uno ha vivido o experimentado, o por lo menos no de manera consciente y tampoco es lo deseable. Lo vivido nos enseña, nos muestra y nos hace crecer. Pero tampoco es necesario favorecer o reavivar con la mente acontecimientos que son dolorosos. Si no es para el caso de poder darles un lugar en nosotros donde nos sintamos más reconciliados con esa experiencia o persona en cuestión. Es necesario darse cuenta de que cuando proyectamos en los demás y les culpamos de nuestra ira, nos permitimos ser esclavos y víctimas de ellos. Aferrarse es nocivo.

El aceptar el presente, a la par que perdonar, es también una tarea que nos puede liberar del pasado. Puesto que sin todo lo vivido, nuestro presente sería otro. Que por cierto, nadie sabe si mejor, o peor. Otro. Por tanto,sentirnos bien con lo que nos rodea también es una forma de reconciliarse con lo vivido (bueno o malo). 

Pasar página es una elección y pasa por perdonar, aceptar lo que pasó, lo que fue y no será, perdonar a aquella persona que nos hirió y perdonarse uno por haber colaborado en ello en alguna medida. Al darte cuenta de que el cambio depende solo de ti mismo es más fácil seguir camino y dejar atrás los lastres que impiden avanzar. El cambio se facilita si se afronta la situación, no si se evita o se enquista (ya sea idealizándola o denostándola en nuestra mente). Aceptando la situación se puede dejar atrás y continuar con nuestros objetivos y metas, lo que sea más importante para cada persona. 

Los duelos, el proceso de aceptación de una pérdida, son los momentos más difíciles de una persona, ya que será a través de ellos como aprenderemos más de nosotros mismos y se nos permitirá adquirir nuevas estrategias o recursos, experiencias y avances en nuestro camino de la vida.

Fuente: El Confidencial

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