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jueves, 26 de julio de 2012

LA CREATIVIDAD NACE DE DENTRO


Comenzar un nuevo proyecto, plantearnos un propósito o proponernos una empresa, como cualquier actividad a la que nos enfrentemos desde nuestra voluntad, tiene como base de su éxito una génesis común: la motivación. Cualquier actividad que desde nosotros nazca necesita de esa voluntad para su crecimiento y éxito. La motivación es la “causa del movimiento” y necesitamos estímulos para que se produzca. Estos estímulos pueden brotar desde nuestro interior, desde nuestra voluntad, o bien pueden ser extrínsecos, llegarnos desde fuera. Lo que es una certeza es que este “movimiento” al que hacemos referencia, necesita de una meta que nos ofrezca algún tipo de satisfacción.

La motivación es uno de los pilares de la inteligencia emocional y, sin lugar a dudas, un elemento básico en las personas que trabajan en una organización de éxito. Cuando hablamos de motivación no hacemos referencia únicamente a la estimulación por realizar aquellas tareas que nos pertenecen, pues de la motivación nacen otros aspectos muy relevantes como son la creatividad y la innovación. Estos elementos son especialmente relevantes hoy día, pues con las dificultades que vivimos, pueden significar el ser o no ser de una organización. 

Vivimos en una sociedad que nos ha acostumbrado a recibir estímulos externos que nos inducen a realizar nuestras tareas u obligaciones. Los incentivos por número de ventas o las calificaciones numéricas en los exámenes son claros ejemplos de una forma de actuar basada en la recompensa, donde se premia, de una forma u otra, a quien realiza aquello que debe o quiere. Pero estos estímulos externos ¿fomentan la creatividad? ¿Pueden ayudarnos a ser más innovadores? La respuesta es que difícilmente puedan.

Según Teresa Amabile, profesora de la Harvard Business School, la motivación y las emociones positivas están directamente ligadas a la creatividad. La principal conclusión de sus estudios es que, más allá del premio o la recompensa (de las motivaciones extrínsecas), está la motivación intrínseca, de donde emerge la creatividad y la innovación. 

Pero ¿cómo fomentar esa motivación que cada uno tenemos dentro? Según José A. Marina nuestra motivación nace de la necesidad de satisfacer tres grandes deseos: pasarlo bien, estar afectivamente vinculados y ampliar nuestras posibilidades (sentir que progresamos, que somos competentes, capaces, significativos). Cuando no está vinculada la actividad que realizamos a alguna de esas tres necesidades, debemos buscar el modo de relacionarla. Maslow, a través de su famosa pirámide, nos da algunas claves para entender el proceso por el que se generan ambientes creativos. Necesitaremos tener necesidades cubiertas, fisiológicas, de seguridad, afiliación y reconocimiento para llegar a la autorrealización que nos permitirá desarrollar nuestra creatividad. 

Sin embargo el simple hecho de tener cubiertas unas necesidades o pasarlo bien en nuestro puesto de trabajo no generará un ambiente creativo, Necesitamos algo más. Pero debemos tener cuidado, pues existen impedimentos que pueden acabar con la creatividad cuando pensamos que estamos fomentándola. Por ejemplo, ofrecer una recompensa puede convertirse en un obstáculo para la innovación y la creatividad. Ofrecer un premio a quien desarrolle una buena idea puede afectar a cualquier departamento al crearse una competición por alcanzar la prima planteada. Podemos, de esta forma, coartar ideas que sean buenas sin ser concretas y queden desechadas al no poder acceder a la recompensa al ser algo relativas. 
Generar competitividad difícilmente acarreará prácticas donde se desarrollen ideas creativas e innovadoras. Desde luego la obligatoriedad de límites tampoco. Ajustar la necesidad de nuevas ideas a un marco temporal generará una presión que no permitirá el flujo de ideas. La rigidez, ya sea en cuanto a límites temporales o en cuanto a un liderazgo férreo, convertirá a las personas en máquinas que realizan su tarea. Cuando existe una expectativa en la evaluación de la tarea por parte de la persona que trabaja en un proyecto, seguramente realice el proyecto para que sea aprobado por los ojos del evaluador. Esa perspectiva en la que la persona se siente examinada, esa vigilancia de la tarea, coarta en muchas ocasiones, la libertad para desarrollar nuevas ideas. La idea de que no existe una única forma de hacer o proceder debería ser un lema en todas las empresas con expectativas de crecimiento y desarrollo.

Entonces, una vez que hemos visto qué mata la creatividad, ¿qué hacemos para convertir a nuestras organizaciones en territorios creativos? En primer lugar debemos plantear la tarea como un reto a las personas que trabajan en la organización. Los retos motivan, nos inducen a la acción, nos marcan metas y nos plantean una necesidad de trabajar en equipo para conseguirlos. Para estos retos planteados, fomentemos la libertad y autonomía de quien se plantea alcanzarlos, proveámosle de recursos y apoyos, donde sienta a la organización detrás de su trabajo. Fomentemos un liderazgo basado en la supervisión, en el apoyo intelectual y de recursos, un liderazgo facilitador. 
Las personas no necesitamos motivaciones externas para crear o innovar, nacen de dentro. Igual que ciertas semillas necesitan unas condiciones de humedad y un cierto abono para crecer, las personas necesitamos de unas condiciones para que brote nuestra creatividad. Creemos las condiciones idóneas y fomentemos un espíritu creativo donde se valore la participación y la cooperación.

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